Muchos nos sentimos algunas veces “no suficientes/insuficientes”: no suficientemente saludable, no suficientemente inteligente, no suficientemente estable, no suficientemente productiv@, no suficientemente bell@, y la lista puede continuar. Esa insuficiencia viene arraigada a una comparación; la cual puede ser funcional o destructiva. Cuando esa sensación es puntual, pasajera y afecta un dominio específico de nuestra vida, se puede convertir en un estímulo para nuestro desarrollo, que nos impulsa a esforzarnos para alcanzar el estado deseado.
Sin embargo, cuando la sensación de insuficiencia es constante y abarca nuestra personalidad en general, puede convertirse en una limitación para nuestro bienestar y nuestro desarrollo. La persona se subvalora, tiene una imagen distorsionada de sí misma, se rechaza y alimenta emociones de frustración, vergüenza, culpa y angustia. La persona muchas veces experimenta baja autoestima, falta de autoconfianza, enfoque en los aspectos negativos, dificultad para tomar decisiones, complacencia hacia los demás y dependencia de las opiniones de los otros.
La buena noticia es que esa sensación la aprendimos y por lo tanto la podemos desaprender.
Es necesario identificar los patrones de pensamientos de insuficiencia, para poder reemplazarlos por nuevas creencias que promuevan la autovaloración, el reconocimiento de las fortalezas propias y la aceptación personal.