Durante años, muchos han percibido al departamento de Recursos Humanos como un ente punitivo, un árbitro
que solo interviene cuando hay conflictos, un guardián de las políticas, el mensajero de las malas noticias. Esta
visión, tan común como errónea, ha distorsionado el verdadero propósito de nuestra profesión.
Sin embargo, debemos reconocer que esta mala fama no surgió de la nada. En parte, se ha alimentado por la
actuación desenfocada de algunos profesionales de Recursos Humanos que han optado por ser una espada
orientados a cortar, sancionar o castigar. Pero nuestra verdadera función no es esa.
Somos, o deberíamos ser, un espejo, reflejando y canalizando la voz de todos los sectores de la organización y
de quienes la conforman. Y en ese rol, tenemos la responsabilidad y el compromiso ético de ser conscientes
del peso de cada palabra que pronunciamos, midiendo con cuidado el impacto de nuestros mensajes,
decisiones y acciones.
La palabra de RRHH es institucional. Tiene poder. Puede abrir puertas o cerrarlas para siempre.
Puede sembrar confianza o miedo. Puede sanar o herir. Puede construir cultura o destruirla en silencio.
Por todo lo anterior, el rol de los profesionales de Recursos Humanos no se sostiene solo con herramientas técnicas; requiere competencias humanas profundas, escucha activa, inteligencia emocional y, sobre todo, la valentía para decir la verdad con responsabilidad.
La palabra de Recursos Humanos tiene un peso invaluable en cualquier organización, por lo que debe ser justa,
clara y precisa, ya que cuando RRHH es un espejo el resultado es poderoso logrando que la coherencia
reemplace los rumores.
En conclusión, más espejos y menos espadas significa que los profesionales de Recursos Humanos, tenemos el deber y la oportunidad de ser un reflejo honesto que inspire cambio porque las culturas organizacionales no se construyen solo con procesos, sino con palabras.
Las palabras, bien usadas, transforman.
Me emociona verte crecer…