Mi vecino, malviviente y filósofo involuntario, parece creer que la gravedad es su cómplice y mi balcón, su basurero.
Cada colilla que arroja es un recordatorio de su visión existencial: dispersar sus restos tóxicos para compartir un fragmento de su alma… Al fin y al cabo, en su universo, todo lo que cae es asunto de la gravedad, no suyo.
Me estoy leyendo 2666 de Roberto Bolaño, para muchos es una obra maestra que el lector no podrá dejar ”. Pues ya lo he dejado más de tres veces, aunque siga intentándolo, porque nada como sumergirse en las páginas de un libro que te deja existiendo en ellas, incluso después de haberlo terminado. Supongo que la verdadera genialidad de Bolaño es hacernos sentir tontos con estilo. O tal vez la clave es aceptar que el que te guste es opcional. Al final, puede que la única revelación sea que no entender es parte de la experiencia. ¿Arte? ¿O una trampa elegante?
Fui a ver La Sustancia, con Demi Moore, una sangrienta historia sobre los absurdos cánones de belleza femenina. La película plantea preguntas relevantes sobre la presión que enfrentan las mujeres en la industria del entretenimiento para verse jóvenes y perfectas, así como las expectativas poco realistas que la sociedad impone sobre sus cuerpos.
En la novela de 1930 de Vladimir Nabokov, El ojo, un triste tutor ruso que vive en Berlín se suicida y pasa el resto del libro merodeando entre los vivos, observando y obsesionándose con sus vidas.
Al final se da cuenta de algo desolador: la mayoría de nosotros solo nos vemos a través de los ojos de los demás, a través de las historias que creemos que se inventan sobre nosotros a partir de los atisbos que obtienen de nuestras vidas.
Yo no existo ”, escribe el narrador casi al final del libro. Solo existen los miles de espejos que me reflejan ”. La Sustancia tiene mucho de El Ojo. No nos damos cuenta de que en estos tiempos todos vemos demasiado de nosotros mismos.
Como no, las mujeres de la antigüedad tenían estanques de agua en los que podían mirarse, pero nuestras antepasadas no tenían montones de selfis acechando en sus bolsillos. No aparecían en fotos poco favorecedoras tomadas por amigos y no tenían que mirar sus propias caras en Zoom todo el día.
Nuestros cerebros no han evolucionado para soportar la carga de ese tipo de autoconciencia. Y las intervenciones médicas que alteran la apariencia son más accesibles que nunca.
La Sustancia es una aguda crítica sobre la forma en que nos hemos entrenado para mirar esos cuerpos, y el efecto que eso tiene en los nuestros. Ser mayor, ser famoso, ser visto, ser amado, ser usurpado por alguien más joven y atractivo todo eso lo verás allí.
Porque nada como un espejo para recordarnos lo que se esconde debajo.