Nada más iniciar este mes de noviembre quedo definida la final del torneo de clubes más importante y añejo del continente americano. Atletico Mineiro y Botafogo se citan en el Monumental de Buenos Aires. Una vez más dos clubes brasileños definirán al campeón de la prestigiosa Copa Libertadores el último día de este mes. Nuevamente el campeón hablara portugués. Así como ha sido reiterativo, el jugador que más goles metió en el torneo también será carioca.
Esto ha hecho que empiece a ganar espacio la conversación entorno a que tan monótona o poco interesante se ha vuelto la que para muchos era una copa que se le podía comparar con la Liga de Campeones de Europa. El fortalecimiento económico de los clubes brasileños los últimos años se ha conjugado con la desfavorable situación general que viven varios países de Sudamérica, por cuestiones políticas, culturales y de migración. Lo cual le termina pegando al deporte.
Esta mixtura de situaciones nos ha dado escaso lugar a la sorpresa. Los últimos 5 años distan mucho de los 5 previos en este sentido. En los últimos 5 torneos el 65% de los semifinalistas fueron clubes brasileños, llegando a la final 9 de 10 en este periodo de tiempo. En cuanto al aporte goleador no es muy distinto tampoco. Del Top 5 de goleadores de las últimas cinco ediciones el 64% son cariocas y quitando a Brasil y Argentina solo hay dos países representados en esa lista de 25 jugadores.
Cuando revisamos lo que ocurría, sin irnos muy lejos, entre 2015 y 2019. O sea, en el lustro predecesor. Observamos que era todo diferente. Apenas el 35% de los semifinalistas eran brasileños. Las finales en esos años fueron muy variadas. 2 brasileños, 3 argentinos y hasta 3 países distintos más llegaron a la final. Y por ende en los goleadores también saltaban sorpresas, el país que más sumo goleadores fue Argentina con 10 de los 25, pero hubo hasta 6 naciones distintas representadas en esos otros 15 lugares.
No se prevé como pueda haber un cambio de esta tendencia en el corto plazo, pero lo que es una evidencia es que lo que mantenía tan viva e interesante la Copa Libertadores era esa certeza de que cualquiera le podía ganar al que fuera y siempre nos íbamos a encontrar un caballo negro cada temporada.