Cuenta mi suegrito, que a los siete años su madre y el vivían en un constante malabarismo para lograr las necesidades básicas. Mi suegro, con pies descalzos por no tener zapatos para ir al colegio, – ni siquiera unas alpargatas ”, a menudo miraba al futuro con ojos tristes. Un día, mientras iban camino al abasto, mi suegro se encontró una moneda de plata. Era el destino que les estaba lanzado un guiño de generosidad.
La mente de mi suegro comenzó a divagar por los posibles usos de su nueva fortuna. ¿Comprar unos zapatos nuevos, chucherías, juguetes? Sin embargo, al ver la moneda, su mamá le recordó sobre la importancia de hacer lo correcto, y la diferencia entre lo que se quiere y lo que se debe hacer. «Mijo», susurró mamá Josefa. «Entiendo que desees quedarte con ella, pero a veces lo correcto no es lo más fácil. Nuestras acciones definen quiénes somos, y a veces, el valor real no está en lo que poseemos, sino en las elecciones que hacemos
Mi suegro, con ojos llenos de lágrimas, asintió, aunque ardía de rabia en su interior. Mamá Josefa decidió llevar la moneda a la policía local, confiando en la justicia de la capital. Sin embargo, desconocía que este policía (como casi todos), no estaba guiado precisamente por el deber ser, sino por la corrupción que se infiltraba en cada rincón de la ciudad. Mamá Josefa, confiada en la integridad de las fuerzas del orden, entregó la moneda al oficial diciéndole: señor policía, mi hijo se encontró esta moneda, para que por favor se la entregue a quien se le perdió ”. El policía la tomó y agradeció el gesto, aunque mi suegro dice que aún recuerda el rostro falso de aprobación de aquel hombre, y lo pendeja de su mamá.
Años después, mi suegrito, ahora un hombre de setenta y dos años, reflexiona sobre aquel episodio. Aunque su madre actuó con nobleza, la sombra de la confusión y la injusticia persiste en su mente. Se pregunta: ¿Por qué mi mamá eligió hacer lo que hizo, entregando un tesoro que podría haber cambiado nuestras vidas a un hombre que no lo merecía ”? El, aun trata de reconciliar la nobleza de los ideales de su madre con la realidad cínica que enfrentaban en ese momento. Y, aunque aprecia la integridad que ella demostró, el sin sabor persistente de la injusticia y la desconfianza en la humanidad sigue siendo un peso en su corazón.
La historia de mi suegro y mamá Josefa refleja la complejidad de las decisiones éticas en un país como Venezuela, en donde la policía, en lugar de representar la justicia, es un engranaje más en una maquinaria corrupta, y en donde la línea entre lo correcto y lo incorrecto es borrosa.
Y es que la verdad, a menudo se pierde en un mar de engaños, en un país con una realidad distorsionada, donde las creencias sobre la moralidad son vulnerables ante la seducción de la ganancia personal.