Ya yo sabía que era talentoso, de magnitud mística, pero cuando escuché su tema “La Puerta” supe que estaba frente a un grande de la música.
Él solito escribió y compuso el tema, hizo los arreglos y grabó las voces, sólo faltaba que alguien le diera un empujoncito para mostrarla al mundo. Aquí entro yo en la historia. Me aboqué a buscar oídos, plataformas y jurados a quien mostrarles la canción.
Me negaba a que siguiera engavetada por más años, cuatro, para ser más exactos. Así llegamos a @LennonBus, una fundación creada por la legendaria Yoko Ono dedicada a ayudar a músicos de todas partes del mundo a mostrar sus ingenios.
Todos los años lanzan un concurso donde hasta el más novato puede colgar su material y optar por un premio en efectivo de veinte mil dólares, más otros en equipos musicales. Para la sorpresa de todos, menos de la mía,
La Puerta clasificó de segundo lugar en el renglón Latino.
No estaba junto a él cuando mencionaron su nombre, pero sé que lloró. Los músicos, o al menos el mío, son seres mágicos y sensibles. Hasta creería que Dios retiró algunas cuerdas de las arpas celestiales, les dio forma, las hizo enredo y los creó.
Efraín es un mensajero del cielo, inefable, quien al no poder describir con palabras sus fantásticos sueños y lo que le susurran los ángeles, lo hace con su música. Cuando lo oigo tocar su guitarra, dudo si estoy oyendo su instrumento, o estoy escuchando a mi propio corazón. Por esta y muchas razones más es que me empaté con un músico, romántico y compositor quien, y al muy estilo del flautista de Hamelin me hechiza cada noche con su voz, y en vez de al río, me lleva a la cama a retozar y a untarnos de puro amor.