Siempre recordando que estamos en “La Otra Campana”, en donde lo evidente no es y lo que sí es no se ve, mi entrega de este mes inicia con ese, tal vez, contundente e imperativo ¡Desármate!
Estamos en tiempos de agradecer, como lo hicieron los colonos con aquellos nativos que les enseñaron cómo sobrevivir en las tierras colonizadas.
“Thanksgiving” significa “Acción de gracias”. La acción, en este caso, es el acto de dar. Lo que se da son las gracias.
Dar y agradecer.
Quizás te resulte algo trivial porque pudiste haber crecido celebrando esta tradición, pero, a veces, las tradiciones sucumben ante la rutina de lo esperado mientras pierden, paulatinamente, el sentido que las originó.
Desármate es sólo eso.
Una invitación a que dejes de estar armado en la forma en que la cultura colaboró para lograr que te armaras. Si tienes éxito en la tarea, es posible que puedas contactar con el significado y la importancia de poder darle a otro tu gratitud.
Si es compartiendo la comida en torno a una mesa, mejor, porque el alimento aporta vida y compartirlo es tender una mano vital al otro, y si es con un franco apretón de manos, un abrazo o una mirada, le habrás alimentado su alma.
Es una acción que vuelve porque, así como cuando acariciamos, en el mismo acto estamos recibiendo caricias, del mismo modo cuando compartimos estamos recibiendo que somos recibidos.
Agradecer es dar sin esperar, ni siquiera un protocolar y educado “de nada” o un “you are welcome”. Y en ese dar desinteresado se encuentra el secreto de poder darle al otro una chispa de sentido que puede encender una llama de significados que le dé nueva luz a su vida.
“¡Desármate!… para Agradecer”, es un llamado a que te permitas ver tu soledad y también puedas reconocer la del otro, descubriendo tu finitud, tu levedad, y, al mismo tiempo, permitas que surjan la necesidad y el deseo de poder construir puentes entre ambas partes.
Te Agradezco que hayas recibido esto que era mío y, ahora, es de ambos.
Nos leemos la próxima.