Observaste cuidadosamente su comportamiento durante meses, tu sexto sentido te decía que algo no andaba bien. Buscaste respuestas por tanto tiempo y, finalmente, llegó el diagnóstico: un trastorno del neurodesarrollo (autismo, síndrome de down, discapacidad intelectual o un largo etcétera.).
Ahora viene una etapa de duelo donde tendrás que despedirte de ese hijo o esa hija que tenías en tu mente, que habías idealizado, que soñaste tantas veces. Este proceso tomará un tiempo, que será distinto para cada persona. Tendrás que abrir tu mente y también tu corazón para darle la bienvenida a tu verdadero hijo, al real, al que vino con sus propias características y a quien se le dificulta adaptarse a su entorno; un entorno que no está hecho para aquellos distintos, que siguen un ritmo diferente, que necesitan más ayuda que los demás. La sociedad es cruel, se resiste a lo que sale de la norma, exige que todos encajen en el mismo molde.
“¿Y ahora qué hago?”, Te preguntarás temblando de miedo.
Aunque querrás leer cualquier material que te llegue a las manos, esta es un arma de doble filo. No te abrumes con exceso de información. Infórmate en su justa medida, consigue libros con buenas referencias, creados por autores expertos en el tema.
No comiences a consultar tus dudas con personas que no son expertas en el trastorno en cuestión. Busca profesionales que te orienten, que sepan guiarte, educarte, resolver tus interrogantes.
Cultiva la esperanza, no pierdas la fe, mantenla viva dentro de ti. Confía en un poder más grande que el tuyo, mucho más grande que tu problema. Entrégale tu pesar a aquel en quien crees, aligera tu carga: la vida está llena de milagros.
Lleva a tu hijo a las terapias adecuadas, tan seguido como sea posible. Una intervención oportuna te llevará a obtener resultados asombrosos. Toca puertas, pide ayuda, siempre aparecerá quien te tienda una mano. Aunque intenten vendernos lo contrario, los buenos somos más, solo que hacemos menos ruido.
Sigue el plan del especialista al pie de la letra, involucrando a todas las personas que tienen contacto con el niño, así el tratamiento será más efectivo, todos hablarán un mismo lenguaje y tu hijo no se confundirá.
A pesar de cualquier diagnóstico, no etiquetes a tu hijo, no lo sentencies antes de luchar. Siempre es posible mejorar si se tiene la ayuda adecuada. No te preocupes, OCÚPATE.
Me río cuando escucho a alguien decir que ese niño es especial. ¿Acaso existe en la faz de la tierra algún niño que no lo sea? Cada criatura trae su encanto. Los niños son nuestros maestros. Aprendemos más de ellos de lo que podemos enseñarles. Descubre su potencial, ama su inocencia y déjate atrapar por su imaginación infinita.
Ama al tuyo y defiende también al ajeno. Son especiales, diferentes, únicos… seres de luz que iluminan el universo con la magia de su risa.
Ama sin condiciones. Ámalo tal cual es, no quieras cambiarlo. Ayúdalo a mejorar, pero no condiciones tu amor a su mejoría. Poco a poco irás viendo los frutos de tus esfuerzos, pero sigue viviendo y déjalo vivir, déjalo disfrutar lo que le gusta, vayan a pasear, regálale un atardecer o un día de playa, cómprale su helado favorito, ríete de sus ocurrencias, enamórate del brillo de sus ojos, alquílale la luna, déjalo que sea feliz, es una creación perfecta… ES EL AMOR DE TU VIDA.