Estilo de vida

¿Y cómo me termino este libro?

Levanten la mano quienes como yo tienen tres o cuatro libros comenzados, porque ninguno lo atrapa lo suficiente para devorarlo en cinco días, como me pasó con Éramos unos niños de Patti Smith o Cien Años de Soledad de García Márquez. Recuerdo que no salí de mi casa por una semana mientras me los tragaba.


En mi mesa de noche están desde hace más de un año, Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo de Murakami, Ensayo Sobre la Ceguera de Saramago, La Psicología del Dinero de Housel, El Huérfano de Adam Johnson y finalmente 2666 de Roberto Bolaño.


Todos, grandes extensiones de la memoria y de la imaginación de sus autores, pero que no logro pasar de sus primeras treinta páginas.

Igual, me cuesta enormemente abandonarlos porque llegaron a mi vida como una recomendación puntual por parte de personas cuya opinión respeto muchísimo.


Me hace pensar que soy yo quien no los sabe apreciar o no los comprende, y eso me hace persistir.


Ahora, en la taxonomía de tipos de lectores me considero del tipo esperanzados, que es la categoría que consiste en no considerar el abandono de ningún libro como definitivo.


Podríamos apartarlos de nuestro camino,

regalarlos, sacárnoslos de encima. Pero ¿quién sabe si no querremos volver a ellos algún día? No sabemos qué será de nosotros, en qué nos convertiremos, por el abismo de qué contradicciones nos deslizaremos, qué nos irá a gustar. Como me pasó por ejemplo con La Sombra del Viento de Carlos Zafón. Tardé años en comenzar a leerlo desde su compra, y un buen día ¡BOOM! No pude soltarlo más hasta terminarlo. De las mejores lecturas de mi vida. Y hace poco me pasó de nuevo con el desgarrador relato de Tierra Americana de Jeanine Cummins. Era yo quien se montaba en el tren con Lydia y Luca, lloraba la muerte de sus seres queridos y me regocijaba con la felicidad alcanzada de sus protagonistas.


La peliaguda cuestión de cuándo abandonar la lectura de un libro pareciera algo muy personal. Teniendo en cuenta todo lo que hay para leer, reivindicamos el derecho “a no terminar un libro”, incluido entre los “Derechos del lector” proclamados por el escritor francés Daniel Pennac.

El caso es que cuantos más años tenemos, más conscientes somos de que nuestra vida es finita y que las horas que le dedicamos a un libro son horas que no le dedicamos a ningún otro…

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba