Este mes, en La Otra Campana, te invito a “re-pensar” lo que has aprendido y a revisar las creencias que te has construido para vivir.
Si eres adolescente, quizás tengas un mayor permiso interior para encarar este cuestionamiento, simplemente, porque tienes tu mente fresca, sin los contaminantes con los que la sociedad normativa te condiciona para que formes parte.
Sin embargo, si ya vives en tu adultez, la insatisfacción ante “lo que te toca vivir” no es un tema que te encuentra indiferente. Tan sólo piensa en la cantidad de veces que sientes hartazgo y buscas alternativas que te permitan hallar salidas o formas de cambiar tu realidad.
¿Hay algo malo en ti o te estás equivocando?
¡De ninguna manera!
Sucede que, al ir construyendo tu vida, también has ido comprendiendo el para qué de las exigencias impuestas para pertenecer, así como el sentido y la dinámica sobre la que se construye el llamado “tejido social”.
Por supuesto que es un sinsentido ser aislacionista, negando lo social, para que tú puedas ser tú.
El desafío que te propongo es el de atreverte a poner el freno de mano para poder ver el panorama de tu vida desde otra perspectiva y, así, recuperar tu balance.
Pareciera que todo te lleva a producir, obtener, acumular, y pensar en el futuro, aunque los cambios geopolíticos, económicos y sociales actuales no puedan asegurarte qué pasará en los próximos meses, pero lo que importa es que puedas equilibrar el uso de tu energía.
Planear, sí, a corto y mediano plazo, y también vivir y disfrutar el hoy.
Al aminorar el impulso con el que fuiste catapultado a desarrollar y ejercer tu vida profesional y laboral, logras comprender que cumplir es sólo una parte de la vida y que tus éxitos superficiales, que los demás aplauden, son menos satisfactorios que los momentos significativos de tu vida que puedes propiciar y atesorar.
Vivir una vida con sentido está a tu alcance, si quieres.
Para contactar con lo que realmente te motiva y satisface, sólo necesitas volver a ti.
Nos leemos la próxima.