En la última década, la humanidad ha abrazado la tecnología con tanto entusiasmo que hemos transformado nuestras vidas en una parodia digital.
La Generación Z, que nació con una pantalla bajo el brazo, ha decidido que mover la muñeca para formar letras es una actividad innecesaria, casi ofensiva.
¿Para qué escribir, si puedes dictarle al teléfono y que él lo escriba por ti? Por ejemplo, hace diez años, escribir con bolígrafo era algo normal. Hoy en día, si le das a un adolescente un papel y un lápiz, probablemente intente hacer scroll ” con él.
Ok, exageraciones tampoco porque no ha desaparecido del todo, sin embargo, la caligrafía ha evolucionado hacia lo que los expertos llaman jeroglífico apocalíptico versión rápida ”.
Y no se asombren si muy pronto la cursiva sea declarada idioma muerto por la UNESCO, justo al lado del latín. Y aunque aún hay quien lleva cuadernos, cada vez es más común ver apuntes en notas del celular, grabaciones de voz, y fotos borrosas del pizarrón.
Los profesores, resignados, han dejado de esperar buena letra. Ahora solo piden que, al menos, la entrega no venga escrita en Comic Sans. Así que no, la escritura no ha muerto … solo está en cuidados intensivos, sostenida por algunos románticos del papel y uno que otro estudiante que se olvidó de cargar el teléfono.
Hablemos ahora de la red social Twitter que en 2015 era una fuente confiable de noticias (o al menos eso creíamos). Ahora, es un hervidero donde las noticias reales se pierden entre memes de gatos y teorías conspirativas.
Mientras tanto, plataformas emergentes como Bluesky intentan recoger los pedazos de lo que una vez fue un ecosistema informativo decente.
Luego están las asistentes virtuales. Gracias a Siri y Alexa, tener conversaciones con objetos inanimados es la norma. La inteligencia artificial ha avanzado tanto que incluso tu tostadora podría estar conspirando contra ti.
¿Y las compras? Ir de compras solía ser una actividad social. Ahora, junto con Amazon, podemos adquirir desde papel higiénico hasta un ataúd sin salir de casa.
La comodidad de recibir paquetes en la puerta ha reemplazado la necesidad de interactuar con otros seres humanos, y esta misma interacción se ha perdido con el streaming,streaming,” en donde podemos devorar temporadas enteras sacrificando sueño y relaciones con otros terrícolas.
Pasa también con la educación tradicional que ha mutado a clases virtuales. Ahora, los estudiantes pueden asistir a lecciones en pijama, mientras los profesores intentan mantener la atención de una audiencia distraída por notificaciones y memes.
Al menos todavía tenemos café. Y los memes, nuestra terapia colectiva gratuita. Porque si ya todo se fue al carajo, al menos nos reímos mientras caemos.