La zona de confort es un espacio donde nos sentimos seguros, donde todo es conocido, no hay sorpresas, ni para bien, ni para mal. Ahí encontramos certeza, estabilidad y seguridad, a través de nuestros patrones de comportamientos, de pensamientos y de emociones que hemos ido construyendo con los años. Es un espacio donde no arriesgamos, pero tampoco crecemos. Lo diferente y lo nuevo se convierten en “enemigos”, pues nos acostumbramos y nos apegamos a nuestros hábitos y empezamos a asumir una actitud pasiva ante de la vida.
Muchas veces no nos sentimos a gusto, quisiéramos hacer cosas diferentes, aprender nuevas formas de actuar, pero no estamos dispuestos a “pagar el precio” de movernos, a sentir la incomodidad que genera dejar esa zona.
Sin embargo, son extraordinarios los beneficios que experimentamos más allá de la zona de confort:
· Fortalecemos nuestra autoconfianza, al alcanzar nuestros objetivos (que alguna vez veíamos lejanos) nos sentimos empoderados.
· Desarrollamos nuestra creatividad, descubrimos un mundo nuevo, nuevas perspectivas, nuevas conexiones, nuevas maneras de pararnos ante la vida.
· Aumentamos nuestra capacidad de manejar la adversidad, pues aprendemos a enfrentar la incertidumbre, el cambio y los imprevistos.
Es importante tener en cuenta que no podemos vivir fuera de nuestra zona de confort todo el tiempo; también necesitamos estar presentes en ese espacio