Estás leyendo La Otra Campana, así que en el título tiene que haber algo escondido, ¿verdad?
Es una invitación a re-pensar aquello que ya decidiste y que te exige una entrega extra de tu tiempo de vida y de tu esfuerzo.
Es muy común en una sociedad gobernada por las conductas, los hábitos y las rutinas, el mérito y los juicios, los premios y los castigos, encontrar exigencias disfrazadas de oportunidades; exigencias que requieren de herramientas y de profesionales destinados a sostener la escenografía social, recurriendo a frases como “Seguir el camino es la meta” o “Cómo no desviarte del camino hacia la meta”.
Se sostiene que sin metas no hay posibilidad de hacer coaching; sin embargo, no es lo mismo fijarse una meta que hacer de la propia vida un catálogo de las mismas.
Comprender esto es tan básico, simple y difícil como lo que exige detenerse a pensar cuál es la diferencia entre decir lograr y haber cumplido.
Hay personas que contratan a un Coach, utilizándolo como un Asesor o Consultor, para poder tener a alguien a quien endosarle la responsabilidad del eventual posible fracaso.
Y también hay empresas que contratan servicios de coaching para ayudar a que un empleado desarrolle competencias que la organización necesita.
En ambos casos, el primer paso es la identificación de las metas, pero con una salvedad, el que busca a un
chivo expiatorio no tiene claridad en su meta, así como el que asiste a un proceso de coaching impuesto por la empresa en la que trabaja lo hace bajo el temor y la amenaza de su continuidad laboral.
Aquí está la clave para comprender la diferencia que te propuse: lograr o cumplir.
Cuando las metas son impuestas por exigencias exter-nas es muy probable que no coincidan con las tuyas personales, dejándote una sensación de vacío, no de logro, porque cumpliste con lo que se esperaba de ti.
Lograr algo es conquistar un nuevo territorio haciéndo-lo propio, dejando tus huellas, construyendo tu camino, no siguiéndolo.
Anímate a que tu meta sea lograr.
Nos leemos la próxima.