Diana le dio instrucciones a Javier de que estacionara un
poco más abajo de su edificio para que el vigilante no los
viera besándose. Bajaron hasta el árbol de la esquina en una
zona residencial lujosa, y comenzaron a dejarse llevar por el
calor del momento, cuando de pronto escucharon a alguien
golpear la ventana del vehículo, ordenándoles bajarse de
inmediato. Era la policía de la ciudad de Caracas, quienes
recordándoles que lo que hacían era un acto inmoral que no
podía quedar impune, tendrían que pagar la suma de dos mil
dólares, sino querían ser llevados a la jefatura para enfrentar
al comandante y quien sabe que otras penurias.
Cuando Diana terminó de echarme este insólito relato, yo
me quedé boquiabierta y algo indignada.
Acto seguido, alcé mi voz: – “¿Un beso dentro del carro, dos
mil dólares? Ese seguro quería su aguinaldo ¿Y les pagaron
ese descomunal monto? Pregunté asombrada.
– “No, gracias a Dios se apiadaron de nosotros y nos
recibieron los ciento cincuenta dólares que teníamos entre
los dos”. Respondió Diana.
– “¡No lo puedo creer! ¿Y eso estará en las leyes de la
ciudad? Por eso es que hay que saberse el librito, o al menos
tenerlo en el carro para situaciones como estas. ¿Y qué me
dices de los hombres que parecen tener un pase de oro para
desplegar su miembro en cualquier lugar, y orinar donde
mejor se les antoje? Por menos de eso vas preso por seis
meses en Suiza. Eso sí que debería de ser un crimen. Y si no
los van a multar, entonces ¡libertad urinaria para todos!”
En ese instante, me di cuenta de que cada país tiene su
propia escala de prioridades morales, y decide qué es
aceptable y qué merece una mirada de desaprobación. En
Singapur, por ejemplo, está prohibido vender y comer
chicle. Si lo haces, tendrás que pagar 5.500 dólares y
enfrentar un año de cárcel. Ser homosexual también es
penado con prisión en ciertos países como Uganda, y en el
Salvador acaban de aprobar la reforma del código penal y
multarán con mil quinientos dólares a todo aquel que arroje
basura en la vía pública.
En definitiva, esta historia de los besos más caros se
convierte en una anécdota que no solo captura la esencia de
un romance interrumpido, sino que también invita a
reflexionar sobre la diversidad de perspectivas culturales y
la manera en que ciertas acciones pueden ser castigadas de
formas desproporcionadas.