No hubo final, sino un paseo, un espectáculo… y malos perdedores. El Chelsea se consagró campeón del primer Súper Mundial de Clubes con una contundente goleada 3-0, dejando al equipo de Luis Enrique sin la oportunidad del mítico sextete.
Y hablando del técnico español, a quien siempre se le adjudicó el título de hombre estoico y respetuoso, esta vez se salió por completo de sus cabales. En lugar de pararse y aplaudir al campeón, optó por la treta más baja escrita en el manual del mal perdedor: agredir a Joao Pedro tras el pitazo final. Una imagen que debería darle la vuelta al mundo con la misma viralidad con la que lo hizo la sorpresiva aparición de Donald Trump junto a los Blues.
Sí, el presidente estadounidense posando sonriente con Reece James y el trofeo. Definitivamente, este Mundial rompió todos los moldes.
Durante los 90 minutos, el Chelsea no fue un ciclón, pero tuvo actuaciones individuales para la historia. Palmer recuperó el nivel que lo catapultó a la élite, y Joao Pedro sentenció la final con jerarquía.
Mientras tanto, los parisinos, desesperados, intentaban presionar y rematar al arco sin éxito. El arquero Sánchez replicó el prime de los mejores porteros de la historia y apagó cada intento. Pitazo final y goleada a quienes venían goleando a todos.
Y cuando parecía que el papelón futbolístico del PSG no podía ser mayor, apareció Luis Enrique. No con una frase sensata en conferencia, sino con un manotazo en el rostro de Joao Pedro, en medio de una trifulca absurda.
Porque sí, el PSG también es un mal perdedor. Un acto reprobable, innecesario y absolutamente indigno de alguien que es considerado el mejor técnico del planeta. Ni la frustración justifica una agresión.
¿Qué pasará con Lucho? Probablemente nada. Su espectáculo post partido, pese a la gravedad, fue eclipsado por otro aún más desconcertante.
La verdadera imagen que descolocó a todos fue la de Donald Trump. El presidente del país anfitrión bajó al campo, entregó medallas y posó en la ceremonia del campeón.
¿Qué hacía ahí? ¿Quién lo invitó? ¿Es esto fútbol o una propaganda para limpiar su imagen tras la guerra en Medio Oriente? Incluso el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, intentó hacerlo a un lado.
Ese momento les pertenecía a los jugadores y al cuerpo técnico. Nadie más. No debía usarse para fines políticos.
Chelsea ganó como debía: goleó, gustó y reafirmó que ellos son los verdaderos dueños de la palabra “batacazo”. Lo hicieron contra el Barcelona y el Bayern en 2012, contra el Manchester City en la final de Champions 2021 y ahora frente al PSG.
El orgullo de Londres volvió a callar bocas.