Así es, ese día marcó un momento crucial en la historia, finalmente callaron las armas de la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra, provocada en 1939 por el Imperio Alemán nacionalsocialista de Adolf Hitler, había terminado. Con la capitulación incondicional de la Wehrmacht, al menos en Europa, cesó el derramamiento de sangre.
Para la coalición internacional contra Hitler, liderada por la Unión Soviética, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, el 8 de mayo también fue motivo de celebración. Sin embargo, en la Alemania devastada por la guerra y dividida en cuatro zonas de ocupación, el estado de ánimo general debido a la derrota militar total era de culpa y vergüenza. El horror provocado por los crímenes contra la humanidad cometidos por el Reich alemán, como el exterminio sistemático de seis millones de judíos, impidió que, en los años de posguerra, el 8 de mayo fuera visto como un día de liberación.
En septiembre de 1949, políticos de diferentes partidos se reunieron en Bonn para acordar la Constitución de la República Federal de Alemania, que se formaría a partir de las zonas de ocupación occidentales. En opinión del político liberal Theodor Heuss, el 8 de mayo de 1945 es la “paradoja más trágica y dudosa de la Historia alemana” porque “fuimos derrotados y liberados a la vez”. Heuss se convirtió en el primer presidente alemán y sentó un precedente al visitar el antiguo campo de concentración de Bergen-Belsen, donde afirmó: “Los alemanes jamás deberán olvidar lo que personas de su propio pueblo cometieron en esos años de vergüenza”.
Además, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró los días 8 y 9 de mayo como “Días del Recuerdo y la Reconciliación Conmemoración de la Segunda Guerra Mundial” para recordar la rendición incondicional de la Alemania Nazi ante las fuerzas aliadas.
En resumen, el 8 de mayo de 1945 representa tanto la derrota como la liberación, y su significado varía según la perspectiva histórica y cultural.