Mi tía siempre fue la rara de la familia. La que hablaba de dimensiones, cristales y cosas que nadie entendía.
Pero un día —sin mucha explicación, con una maleta llena de cuarzos y otro tanto de coraje coraje— vendió su casa en Miami, su BMW, y se fue a vivir a Avalon, Mount Shasta, en California.
Sí, allá donde se ven ovnis, el aire huele a pino, y el agua nace del glaciar, entre piedras que la purifican. Compró seis acres de tierra. Allí hace trueque de productos. Recibe huevos frescos y leche de cabra a cambio de hierbas frescas y leña. Me recuerda a los albores de la humanidad cuando la vida era simple, directa y basada en el intercambio.
“Es como vivir en la quinta dimensión, sobrina”, dice entre fogatas y sesiones de bio bio-decodificación. Porque ahora vive de eso, de ayudarte a escuchar tu cuerpo y sanar memorias. Estudió cuatro años con Cristian Fleche.
También organiza retiros donde la gente duerme en tiendas de campaña y se baña en duchas al aire libre mientras el bosque observa en silencio.
Su casa es pequeña, pero su energía es inmensa. Tres habitaciones, una cocina grande, y una habitación peregrina” donde caben tres almas errantes.
Los inviernos son retadores retadores—chimenea, cortar leña, mantener el espíritu encendido encendido— pero los veranos traen luz, y ella brilla con ellos.
Los primeros dos años fueron difíciles. Aunque ya hoy, después de haber recibido a más de 500 personas, agradece el pasado mientras cocina con su socia Sonia y habla con sus plantas.
El amor le dio una vuelta loca: un israelí, un compromiso, un adiós. Luego probó suerte en Spiritual Singles, pero el alma gemela no apareció. Igual, tiene la certeza de que lo conocerá.
Mientras tanto canaliza su energía sexual como alquimia creativa. Transmuta deseo en arte, fuego en proyectos y caricias en retiros para hombres y mujeres. Enseña a otros a hacer lo mismo, como si fuera una sacerdotisa moderna.
A mi tía la saludan los espíritus de los vivos y de los muertos. El de su mamá, aún viva, la visitó hace algunos días en sueños, me confiesa: – su espíritu ya está listo, sobrina”.
Mount Shasta, dice, es el chacra raíz del planeta. Un vórtice energético poderoso. La morada de la transformación, como la historia de mi tía, que dejó Miami para reencontrarse con ella misma … y con su magia que la ciudad le había hecho olvidar.
Si te provoca visitarla, te invito a su portal de Instagram @patriciacarles donde comulgan la ciencia y la espiritualidad.