Desde la época de George Washington, los animales desempeñaron un papel importante en la residencia presidencial de los mandatarios estadounidenses, incluidos loros traviesos y terriers escoceses
En el 2020, año donde Joe Biden se convirtió en presidente de los Estados Unidos, las mascotas volvieron a habitar la Casa Blanca. El mandatario y su esposa se mudaron con sus dos pastores alemanes, Champ y Major, retomando así una costumbre que Donald Trump había dejado de lado al convertirse en el primer presidente en más de un siglo en no tener animales de compañía.
Desde la era de George Washington, quien tuvo una variedad de perros con nombres singulares como Drunkard y Tipsy, la mayoría de los presidentes tuvieron animales de compañía. Entre las historias más curiosas destaca la del loro, llamado Poll, de Andrew Jackson, que fue entrenado para decir malas palabras y obscenidades, y las cabras de Abraham Lincoln.
Franklin D. Roosevelt tuvo un terrier escocés llamado Fala, que fue inmortalizado en el monumento en honor al presidente en Washington, D.C. Por su parte, Lyndon B. Johnson fue pionero en el rescate de perros, al adoptar un terrier que su hija encontró en una gasolinera
Los Biden adquirieron a Champ de un criador en 2008, mientras que en 2018 adoptaron a Major a través de la Delaware Humane Association (DHA), cuando la hija de Biden, Ashley, descubrió una publicación en Facebook sobre un grupo de pastores alemanes en adopción.
La adopción de Major fortaleció el mensaje “Adopte, no compre”, promovido por organizaciones como el Shelter Pet Project, que conecta personas con mascotas de refugios en todo el país.
La adopción de Major por los Biden reforzó la campaña "Adopte, no compre" (REUTERS/ARCHIVO)
En la historia reciente, las mascotas fueron protagonistas en la Casa Blanca. Barack Obama tuvo a los perros de agua portugueses Bo y Sunny, que aparecían en los jardines de la residencia, mientras que George W. Bush y su terrier escocés Barney ganaron notoriedad tras el lanzamiento de un video navideño en 2002.
Bill Clinton tuvo al gato Socks y al labrador retriever Buddy, y George H.W. Bush fue acompañado por el spaniel inglés Millie y su cachorro, Ranger. Para los políticos, tener mascotas se convirtió en un recurso para conectar con los votantes.
En Estados Unidos, el 67% de los hogares posee un animal de compañía, según la Encuesta Nacional de Propietarios de Mascotas 2019-2020 de la Asociación Estadounidense de Productos para Mascotas.
Esta tradición de animales en la Casa Blanca, que abarca desde perros y gatos hasta criaturas exóticas, sin dudas ayudó a humanizar la imagen de los mandatarios y a acercarlos al público.